domingo, 9 de diciembre de 2012

La Pequeña Habana de Quito...

Por Yaseer Rojas Fuentes.


La Pequeña Habana de Quito: Esperanzas y frustraciones.

Después de varias semanas ausente, quise ir nuevamente a la “Pequeña Habana” de Quito, un barrio en el norte de la ciudad, donde el sabor criollo desborda sus aceras y paredes.

En el internet hablé barato con los míos en Cuba, antes había gastado cuatro dólares de saldo en mi celular, hablando con mi hermano Alito, el único amigo de verdad ...
en esta tierra.

La conversación transcurrió en medio de la calle, con total seguridad y confianza, sin miedo de ser sorprendido por un transeúnte avispado que pudiera arrebatarme el auricular, pues me sentía nuevamente entre los míos, estaba resguardado por esa libertad que me da la “Pequeña Habana” de Quito.

En la barbería que ya no visitaba me sucedió algo curioso, tuve que mirar varias veces porque no creía; mi barbero de siempre estaba nuevamente frente al sillón. Ingresé y el carismático villaclareño me recibió con un abrazo, como si nos conociéramos de toda la vida. Él era mi barbero, pero hacia unos 8 meses había decidido partir en busca del sueño americano.

“¡Regresé!. Como mi esposa y yo somos residentes acá, me fue fácil venirme en avión. Aquello allá (En Miami) está duro, no hay trabajo fácil y los cubanos no son como aquí”. Fue lo único que dijo, ante mi mirada sorprendida.

Conversando en la barbería comenzaron a llegar cubanos. Estaba contento de ver como el pequeño local comercial volvía a coger su encanto de siempre. En voces altas todos movían sus manos como aspas de molinos de viento al hablar, era una conversación amena, interesante, cargada de fantasías, heroicidades y exageraciones de buenos cubanos.

Allí me di cuenta, como la “Pequeña Habana” de Quito sigue llena de encanto, colmada de frustraciones y esperanzas.

Conocí a siete cubanos que, como mi barbero, regresaron de Miami y ahora todos forman parte de una especie de club de los “arrepentidos” en la Pequeña Habana de Quito.

Contaron sus anécdotas del viaje por centro américa, el paso por la Selva del Darién, los sobornos a policías, las ofensas de los nicaragüenses que le gritaban “cubanos gusanos”, sus días detenidos en Tapachula, pero más se centraban en sus jornadas amargas en Miami, como si la ciudad de la libertad opacara todo el trabajo que pasaron en la travesía.

“Tengo una hermana en Miami que en 11 años ha ido solo dos veces a Cuba y ambas como “mula” para poder sacar el costo del pasaje. Sin embargo aquí en Ecuador llevo cuatro años y he ido tres veces a ver a los míos en la isla, allá (en Miami) no se me ha perdido nada. Dios nunca quiso que ustedes fueran a Estados Unidos, alégrense que él no los castigó allá y les permitió rectificar y regresar”, hablaba Juan David, un isleño que ya parecía el sacerdote del grupo.

Por su parte José, Andrés y un flaco que no supe el nombre, observaban la conversación detenidamente y con cara de asombro. Ellos llegaron hace tres y dos meses respectivamente a Quito, en busca de una vida mejor.

El flaco dijo ser bailarín del ballet de Camaguey y José y Andrés ya pasan de los 45 años; con ellos seguí hablando media hora después. Me hablaron de sus experiencias buscando empleo en Quito.

Ambos han recibido desprecio y discriminación por parte de empleadores a los que solicitaron trabajo. Ambos llevan tres meses en Quito y no han podido laborar por ser cubanos.

Fue una tarde maravillosa en la Pequeña Habana de Quito, un barrio cargado de frustraciones y esperanzas....

No hay comentarios:

Publicar un comentario