Una Cabeza en la olla del Arroz...
Llegaron una noche en silencio, y suavemente tocaron en la puerta de mi casa...mi madre les abrió y después de identificarse, preguntaron por mi. Mi madre los hizo pasar... y sin sentarse delicadamente le perdieron que me llamara.
...Muy bajito casi en un susurro mama me dijo en mi cuarto: -Diles la verdad, que la “Revolución es benévola”.
Al despedirse quien parecía ser el jefe le dijo a mi madre: -No se preocupe compañera, en cuestión de una hora estará de vuelta a casa.
San Ramón Manzanillo, 3 años mas tarde...
-Que pasa allí a delante, por que discuten tanto? Pregunto el hombre detrás de mi en la fila...-sabrá Dios! dice otro, estos siempre están discutiendo por la comida y por todo!
San Ramón era un gran extenso terreno con 13 barracas alineadas en 3 filas de a 4, y una
al centro al final de todas donde albergaban a un promedio de 1300-
1500 prisioneros.
Una triple alambrada de puás de 9 pies
de alto con torres-garitas situadas de a intervalo de 100 metros y una en cada esquina,
donde guardias con ametralladoras impedía el escape de allí.
Políticos y comunes todos juntos convivíamos en aquel lugar solo
comparable con los campos de concentración alemanes de la segunda
guerra mundial.
La alimentación era deprimente en
calidad y cantidad. Los alimentos los preparaban los reos, supuestamente bajo la supervisión de la guarnición. Corrupción, drogas y
violencia eran parte del ambiente penitenciario, haciendo por igual
vulnerables tanto a reos como a guardias. Usualmente la ley que allí
reina es la del mas fuerte o el mas inteligente.
El castigo impuesto a los sancionados a
trabajos forzados era el corte de caña. Por la mañana bien temprano
casi a oscuras nos montaban en carretas tiradas por tractores y nos
vertían en los humeantes campos de caña que habían sido quemados
la noche anterior para facilitar así su corte con mas eficiencia y
rapidez.
A cada hombre se le asignaba su
carrera, y al final de esta se ponían las ollas del almuerzo... y
comeríamos cuando todas las carreras estuvieran limpias.
Por lo general se trataba de acabar lo
mas pronto posible para así comer e irnos mas temprano, ya que la
caña quemada hay que cortarla rápido para rápido alzarla y
llevarla al central pues con el calor recibido mermarían mucho si se
quedaran en el suelo toda una noche. Razón por la cual solo se nos
asignaba un campo por brigada y al acabar no tendríamos mas que
hacer, y así regresaríamos a los albergues y tomaríamos el resto
del día libre. Esta era la única ventaja de cortar caña quemada.
La comida era repartida también por
los reos, lo que aumentaba aun mas exposición al abuso
discriminatorio basado en personalidades y caracteres. Usualmente se
respetaba el código de la longevidad y cantidad de años
sancionados, pero no siempre ocurría eso, de ves en cuando había
que recordar les a los sirviente quien eras y cuantos años de
sanción tenias para así recibir un poco mas de comida. No todos lo
hacíamos pacíficamente, la violencia era la manera mas común de
razonamiento y convencimiento.
Nos acercábamos al la olla del arroz,
aun se escuchaban algunas que otras voces de lo que parecía una de
esas discordias antes mencionadas por la cantidad de comida servida o
por servir.
El sirviente, un mulato joven y fuerte en una rítmica
moción algo automatizada, metía una latíca de leche condensada con
un cabo de madera adherido como mango dentro de la olla de arroz, y
servia sin mirar a quien recibía su ración, y golpeando el costado
de la olla con la latíca clong, clong, próximo! gritaba en alta
voz, si eras unode los que mas recibías te quedabas con el plato en la
mano en posición de recibir y no te movías, entonces el te miraba
y al reconocer un condenado a largo termino te echaba otra ración,
pero si el que lo hacia era un no merecido, la posibilidad de no
comer nada era latente, pues el sirviente entendía eso como desrespeto y te votaría la comida ya servida en el suelo, y ese día no
comerías!
Ya estábamos a solo unos pasos de la olla del arroz cuando de pronto un sonido como de un golpe en ropa mojada, sshop! se escucho... y un chisguete de sangre caliente me pego en el rostro...y la cabeza del mulato sirviente cayo dentro de la olla de arroz... el cuerpo descabezado corrió unos pasos y se desplomo pataleante... el homicida, machete en mano agarró la cabeza por el pelo goteando sangre mezclada con arroz levantándola al nivel de sus ojos le decía, -No te dije que no jodieras con mi comida? mirate ahora! patético maricón! mirate ahora!... dos detonaciones se escucharon, y todos nos tiramos al suelo mientras el homicida tambaleante con la cabeza todavía en la mano gotendo sangre y arroz decía, -disparen me al pecho pendejos, al pecho! dos descargas mas y su cuerpo sin vida cayo abatido con la cabeza aun sujeta por el pelo. Ese día nadie mas comió!
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